Iba a decir que salgo del armario. Pero se me ocurren un par de motivos para no hacerlo.
El primero es que el concepto sería robado: cuando le conté sobre este proyecto a un antiguo compañero de trabajo, fue él quien lo definió así:
«¡Así que por fin sales del armario!»
La creatividad es robar ideas ajenas, pero no voy a empezar tan a saco. Prefiero ser más sutil. De momento. Hoy. A las 23h.
El segundo es que tenemos tendencia a leer solo los titulares. Quizá «salir del armario» resultase llamativo, pero alguien se llevaría a error, y tampoco ganaría mucho tiempo de atención. Y el título de los posts está para eso, para captar la atención en una sociedad acostumbrada a muchos tics, lucecitas y ruiditos. No, creo que de momento tampoco conviene que se confunda el colectivo en el que me centro.
Así que salgo de la caja. La caja representa las barreras del pensamiento: ese rollo de que pensar dentro de la caja es poco creativo, aburrido y previsible. Venga ya. Ojalá la reflexión fuese previsible. Cada vez menos.
O lo del pensamiento lateral como algo desvinculado de la lógica secuencial. O la creatividad artística como un terreno de locura, incompatible con la racionalidad. Salvo que uno sea un soporífero neoclásico.
Que no, que no me da la gana. Esta será mi pequeña parcela de poder para pelear contra eso; o para caer rendido a la evidencia de mi error (aquí puedes ver lo que pienso de la caja).
Porque en realidad yo estoy aquí para aprender. Sí, estas cosas se suelen hacer para compartir lo mucho que se sabe. Pues nada, yo no tengo ni idea: así de simple.
Sería genial ser doctor en movidas, y venir aquí para hablar de mis movidas, y que leyeras mis movidas en cada entrada y todo eso. Pero se va a parecer mucho más a que yo intente hacer una tesis doctoral, mientras me saco el grado en directo. Imagínalo: te presentas al mundo como doctor mientras todo el mundo te ve, por la tele en riguroso directo, aprobar justito la P.A.U. Es algo así.
Llámalo X.
¿Pero hablo de un colectivo? Sí, esa es mi opinión al respecto. Hablaré del colectivo de personas con Altas Capacidades Intelectuales. Un colectivo de gente con una característica identitaria, de la que muchos se avergüenzan o, simplemente, prefieren mantener en secreto. Porque cuando uno consigue ser un adulto relativamente funcional, la tendencia es dejarlo ir. El adulto superdotado que consigue ser funcional, habitualmente ha pasado décadas de camuflaje, perfeccionándolo, como para echarlo todo a perder ahora. ¿Tiene sentido?
No negaré pudor. No me cuesta seguir a Kant en aquello de «sobre nosotros callamos» (en el resto sí, me cuesta mucho seguirle: horrores). Esa sería mi postura individual preferida al respecto. Pero la realidad es que socialmente sigo sin poder comprender, ni compartir, que un colectivo cuya principal diferencia es, a priori, una virtud, tenga que callar. Ocultarse. Ser «O poeta fingidor».
Y condenar con su silencio a los que vienen detrás: a aquellos que aún no son adultos, y a los que nadie les garantiza llegar a ser funcionales. Poder brillar. Qué menos que buscar, desde un punto de vista social, cultural, la mejor forma de ayudarles. Y de paso, estoy seguro, ayudar a la propia sociedad. Por quienes serán, somos.
Tampoco es que vaya a ser ese el único tema, porque me aburriría en un par de semanas. Ya estoy en ello. Que no. Bueno, quizá. Qué sé yo.
Lógicamente, una vez que uno se pone a indagar en cómo una distinta forma de pensar, sentir y hacer puede condicionar la vida del individuo, se percata de que hay otras formas de pensar y sentir distinto. Llegamos a la neurodiversidad. Y ese constructo social resulta también muy interesante.
Como interesante me resulta saber cómo impacta todo ello en la creatividad. Pensar de formas distintas ha de ofrecer resultados originales. No digo mejores o peores, solo distintos. Así que «La incidencia de la neurodiversidad en la creatividad y su influencia en la sociedad» se me antoja un gran tema para una tesis doctoral, de una especialidad de la que desconozco incluso el nombre del grado. Voy bien, ¿no?
Y para cerrar el círculo, la ficción especulativa. Yo es que de joven quise escribir. Y luego también, solo que lo dejé para más tarde.
Pues tarde es hoy. Es que ya tengo muchas canas.
La filosofía zen se pregunta cómo actuar en el mundo desde el mundo. O en la mente desde la mente. Algo así. Y concluye que no es posible: para trabajar en la mente hay que salir de la propia mente. La versión espiritual de «friega la puerta lo último, para poder salir sin pisar lo fregao».
Bajo esta premisa, y porque A+B=C, para pensar sobre este mundo hay que crear otros. Para de verdad criticar esta sociedad sin prejuicios ni remilgos, nada mejor que inventarse otras lejanas y muy distintas. Tan distintas que sean iguales. Ahí la ficción especulativa (la fantasía, la ciencia ficción, el terror…), entendida en un rango amplio, e incluso disruptivo, se me antoja un terreno fértil y entretenido. Porque si no me divierto… va a tener poco recorrido.
Este es, en resumen y con demasiadas palabras, el propósito de este blog: una visión etnográfica de las altas capacidades, la creatividad y la ficción especulativa.
Ojo, un blog en 2024.
Si tuviera más tiempo este post sería más corto, pero son ya las 23:40 y en veinte minutos creo que puedo empezar a retractarme de lo dicho. Lo de la apropiación de ideas y tal. Así que lo dejo aquí y te recuerdo que aquí te puedes suscribir y recibir un pequeño documento gamberro sobre el pensamiento, la caja y lo que puedes hacer con ella.
¡Hasta pronto!
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