Este post sale el 29 de octubre de 2024. Es decir, todo el mundo literario está posicionando sus temas de terror. Y yo podía hablar de la fantasía oscura, intentar parecer uno más en el selecto grupo de la gente que sabe de qué habla. Y de hecho tenía medio post escrito. Pero en realidad, si pienso un poco en la temática del blog, el tema de hoy, el primer Samaín, tiene que ser el mejor cuento de terror que puedo traer aquí: las altas capacidades y la depresión.
Como cantaban Eskorbuto: «historia triste, historia histórica, historia final».
La literatura del género «inteligencia bajona»
Seguro que te suena: «Demasiado inteligente para ser feliz». Es un tópico que habremos oído hasta la saciedad. Ese y que Einstein era un estudiante pésimo. Que tampoco. El caso es que vino una psicoanalista, escribió un best-seller sobre las altas capacidades y lo tituló tal cual.
La excusa es evidente, destruir otro tópico: «la inteligencia te garantiza el éxito», lo que es una absoluta falsedad.
Es decir, que tan falso es un mito como otro. Busco y rebusco y solo encuentro ensayos que concluyen que hay escasa correlación entre inteligencia e incidencia de depresión o neuroticismo en general. En fin, que no hay justicia divina, o funciona regular.
Se puede ser alta, guapa, divertida, feliz e inteligente. O Torrente. La naturaleza saca la media en el total de la especie, no en el individuo. Así es la naturaleza, cruel como el Antiguo Testamento.
Dice Manuel Martínez-Loeches, catedrático en Psicobiología y neurocientífico, que en los estudios que él ha realizado y analizado, no hay mayor incidencia de problemas mentales en función de la inteligencia. De hecho, la inteligencia protege de la neurosis.
Si los ensayos científicos y la neurociencia dicen lo mismo aunque lo digan poco, ¿aquí qué pasa? ¿Qué ha sido del cuento para no dormir que une altas capacidades y depresión? ¿Qué pasa con la experiencia clínica?
Los ensayos y los sesgos
Afortunadamente ya le damos importancia social a la depresión. Sabemos distinguir la tristeza puntual, motivada por cualquier circunstancia, de un estado anímico bajo, apático, prolongado en el tiempo y sin aparente motivación.
Y es en esa falta de motivación donde creo que pudiera estar la clave. Estar mal sin tener motivos puede ser, simplemente, desconocer los motivos. O lo que es lo mismo, buscarlos en los lugares inadecuados.
Las altas capacidades son una neurodivergencia en tanto que corresponden a una configuración neuronal atípica. Y esta forma distinta de ver el mundo implica que las motivaciones, deseos y necesidades pueden estar en lugares no habituales. Si todo encaja según el estándar neurotípico, la persona neurodivergente no sabe qué falla, no hay esquema para ella.
Un sesgo posible, entre aquellos ensayos que no encuentran evidencia, podría ser que utilizan un grupo de análisis concreto dentro de las altas capacidades: niños, adolescentes o adultos con altas capacidades que saben que lo son. Posiblemente desde hace años. Por tanto entienden sus diferencias y han podido utilizarlas, potenciarlas, interpretarlas.
Este grupo deja fuera a todas aquellas personas con altas capacidades no identificadas, o que se han identificado a una edad avanzada: aquellos que han podido experimentar problemas para encajar, sin saber por qué, buscando explicaciones rocambolescas para «lo suyo».
En cuanto a la experiencia clínica, su sesgo es evidente: a consulta solo va quien tiene problemas, reconoce tenerlos y dispone de tiempo, dinero y motivación para ir. Aquí van a existir problemas siempre.
Altas capacidades y depresión: las causas habituales
Desconexión. Podemos vivir desconectados de nosotros mismos, del entorno, de la naturaleza o de un propósito vital.
Los adultos superdotados llevan años de experiencia en tácticas como el masking, o camuflaje, con el que evitan llamar la atención y se integran en la tribu. Pero ese enmascaramiento, ese «ser otro, cualquiera», es una desconexión con uno mismo. Implica descartar las partes que se consideran defectuosas del propio ser, con la intención de encajar en el grupo. Es un camino lógico hacia la depresión en personas con altas capacidades.
Además, el adulto superdotado tiene capacidad suficiente para enmascarar su estado depresivo, considerándolo parte de su defecto, en un bucle infinito.
Cambia mucho de ser alguien identificado, a no serlo. Cuando conoces el motivo para tu diferente percepción, el enfoque cambia y la depresión se hace innecesaria e intolerable. Acabas con ella.
Veamos entonces las supuestas causas de depresión en altas capacidades:
Necesidades básicas no tan básicas
Se consideran necesidades básicas las de tipo fisiológico: comer, dormir, beber. En altas capacidades se suele mencionar la «inversión de la pirámide de Maslow». Es decir, que una persona con voracidad cognitiva, es capaz de no comer, para saciar una curiosidad apasionada puntual.
La persona con altas capacidades que no sacia esa necesidad termina por acumular insatisfacción existencial, que provoca una suerte de depresión de baja intensidad.
Falta de contacto social sintonizado
Entre los sentimientos habituales de la experiencia clínica, están los superdotados que se sienten solos pese a estar rodeados de gente. No saben por qué, pero no consiguen enlazar con los intereses y conversaciones de su entorno.
Son seres sociales como cualquier otro, con una necesidad social no cubierta por su divergencia en intereses, inquietudes o profundidad en estos. La soledad deprime.
El ciclo del insomnio
Si el nivel de alerta es alto por la configuración neuronal, porque se perciben patrones y se detectan alteraciones de estos con mayor frecuencia, aparece el estrés.
Con el estrés el insomnio, y con el afán anticipador, aparece la ansiedad. La ansiedad prolongada lleva a la depresión (aunque una se preocupe del futuro y la otra, del pasado). Es habitual en altas capacidades una percepción temporal no lineal.
En mi caso es una esfera tridimensional, en la que conviven pasado, presente, futuro y los tres ejes del espacio. En este espectro, todo convive en torno a un punto, el presente-aquí, que ocupa el centro de la esfera y transita una órbita indefinida «alrededor» del tiempo, en ese vehículo infinito que es su esfera.
Así que cualquier preocupación, pasada o futura, ocupa un punto y, por tanto, está presente. La ansiedad siempre estuvo ahí hasta que aprendí a dominarla, relativizar y reírme de ella.
La necesidad de propósito y trascendencia
Una mente lógica necesita hacer las cosas con un «para qué». Ese objetivo es mayor a uno mismo. Debe trascender, cuanto más, mejor.
Supongo que es por esa percepción del tiempo, en la que se es consciente de una gran esfera de posibilidad (la existencia) dentro de otra infinita (todo el tiempo, todo el espacio).
Que los propios actos trasciendan supone proyectarse más allá de la primera esfera y, como Hari Seldon en «Fundación», influir a la humanidad, sin necesidad de seguir presente.
Pensamientos existenciales
No hace falta ser Sartre para comprender que la primera esfera se comprime, cada vez es más pequeña. Y aunque un superdotado tenga más herramientas para enfrentarse a ello, también es más consciente y se empeña en buscar soluciones a problemas irresolubles. Y este lo es.
Y apesta.
Falta de retos y bore-out
Necesitamos transitar los límites de nuestra capacidad. Como los niños que van cubriendo hitos y buscando actividades más difíciles, acordes con su desarrollo. De no ser así, ese tiempo libre mental se va a la rumiación, al tedio. No conozco ningún superdotado sin pánico al aburrimiento.
En el tedio de la razón están los monstruos.
Exceso de expectativas
Como todo resulta fácil, buscamos el límite. Y como somos voraces, nos ponemos unos objetivos, a veces, inalcanzables. Por excesivos o porque no solo dependen de nosotros, o de nuestra capacidad cognitiva.
Entonces aparece la frustración, a la que, por desconocimiento, no hemos aprendido a gestionar correctamente.
Burnout
Cuando buscas retos y no los hay, sustituyes con cantidad. Abarcas en exceso. En el trabajo te sobra tiempo y te cae más carga.
O cuidado, eres niño y te suben de curso, no sé para qué. Entonces te saturas y te quemas.
Creatividad, altas capacidades y depresión
Encontrar soluciones técnicas, crear métodos de investigación, innovar, es creatividad. Sí existe una correlación entre creatividad e inteligencia, para empezar porque ambos conceptos comparten parámetros.
Entre los superdotados, Sternberg diferenciaba tres modelos cognitivos:
- Analíticos: los planificadores, generalmente con éxito académico. Anticipan y planifican
- Creativos: capacitados para crear planteamientos y sintetizar información
- Prácticos: destacan por su capacidad social. Saben adaptar, seleccionar o modificar su entorno
Si Sternberg estaba en lo cierto, el perfil práctico ya parece quedar fuera de aquello de ser «infeliz»; al contrario, son expertos en adaptarse.
El analítico es un candidato a la ansiedad. El creativo… parece neutro.
¿Existe correlación entre depresión y creatividad?
El artista maldito. El atormentado que ahoga sus penas con vasodilatadores y crea su arte escupiendo a las paredes durante la resaca.
Sí existe correlación entre creatividad artística y neuroticismo, siendo del doble que entre la población general. Hablamos de un 10% respecto a un 20%, lo que nos deja a todo un 80% de artistas que no entran en el mundo de la depresión. Ni tienen por qué ser superdotados.
Mi resumen sobre altas capacidades y depresión
Todo está oscuro
En efecto, nada parece claro. Hacer ensayos científicos sobre conducta humanos es complejo, parece imposible si perseguimos repetibilidad, anticipar comportamientos. Es muy difícil no introducir sesgos tan solo con la selección de muestra.
Sobre la incidencia de la depresión en altas capacidades, entiendo que los resultados son neutros, a la par que me cuesta, observando grupos y experiencias clínicas, creer que «no hay nada». En cualquier caso, de esa depresión existencial se sale gracias a los recursos de la propia inteligencia.
En cierto modo, todo este proyecto es (no solo) para aquellos que sí padecen esa infelicidad inteligente, la realidad diaria de los superdotados y la salud mental. Sean muchos, pocos, más o menos que en la población neurotípica, son, y necesitan ayuda especializada. Para esos casos: aprender a relativizar, plantearse objetivos, permitirse lujos creativos o cognitivos parezcan o no sensatos y, si es necesaria, terapia cognitivo-conductual (nada de fanfarrias raras); y hacerse un test Weis en una psicóloga especialista, si esto puede ser un nudo en nuestro autoconocimiento.
¿Cómo salimos de este agujero?
Mi sensación personal es que la respuesta no solo está en la psicología. Esta respuesta busca una pregunta transversal. Si la identificación de las altas capacidades ha de ser cuanto antes mejor, no se debe esperar a que un adulto llegue a consulta sintiéndose «Alien». Quizá haya devorado a unos cuantos para ese momento.
Para hablar sobre conducta, hablamos de psicología. Si trabajamos sobre diversidad y comportamiento social, trabajamos desde la antropología social. Si se trata de niños y comportamiento social, sucede en la escuela. Un trabajo serio y conjunto desde la psicología y la antropología, en la escuela, se antoja urgente para mitigar el perfil clínico de las altas capacidades y una pérdida inmensa de oportunidad en la sociedad.
¿A ti qué te parece? ¿Una barbaridad? ¿Una obviedad? Hablo de altas capacidades en adultos aquí y aquí. Y del propósito del blog, aquí.
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