Parece innecesario revisar las características de la literatura fantástica, cuando lleva siglos cautivando, y cultivando, la imaginación humana. La fantasía nos traslada a infinidad de mundos sin límites para la realidad, forzando a nuestra mente a comprender lo imposible. Dragones que se elevan sobre castillos medievales, bosques encantados y magos con larga barba blanca y hechizos salvadores. Vaya, suena como una sorprendente novedad. Qué imaginación.
¿De verdad esa es la única vía de escape posible? ¿El camino entre árboles que susurran y orcos que roncan despiertos? ¿El guerrero, el hechicero, la amazona y el enano? ¿Dragones y mazmorras?
Para que la narrativa fantástica sea convincente necesita algo más que magia y criaturas míticas. Cada componente, desde la construcción del mundo, las reglas de la propuesta sobrenatural (que eso es la magia) o los personajes que transitan por los escenarios, son el hilo de una estructura compleja que requiere de un estudio, diseño y comprensión profundos.
Especialmente si se quiere huir de los tropos más habituales y repetidos, es fundamental reconocer las características de la literatura fantástica y, así, poder llevarla a los límites resolviendo escenarios, argumentos y tramas de forma distinta a la habitual.
Qué es la literatura fantástica
La literatura fantástica introduce elementos sobrenaturales y mágicos que desafían las leyes de la física más elemental. Y tras hacerlo, se fuma un puro.
La literatura fantástica no necesita explicar sus vulneraciones a la física del mundo real, ya que estas alteraciones en sí mismas no forman parte de la trama. Simplemente suceden como algo cotidiano, como parte del escenario.
Las raíces de la literatura fantástica se remontan a los anales de la historia, pueden trazarse desde los mitos, leyendas y cuentos populares antiguos. Ya desde las tradiciones orales, dioses, héroes y criaturas fantásticas ayudaban a dar sentido al mundo, allí donde no había muchas más explicaciones. Así, estas historias llegaban a ser identitarias para culturas y sociedades, justificaban conquistas o migraciones y, en cierto modo, moldeaban la percepción del mundo.
Con la escritura, estas historias llegaron a los textos antiguos de los respectivos pueblos. Ahí están la poesía homérica («La Odisea» y «La Ilíada»), las epopeyas indias, las sagas nórdicas, los ciclos irlandeses y algún otro escrito de oriente medio. Intervenciones divinas, seres fantásticos y ya paro, queda claro.
Esta poesía épica fantástica se mantiene vigente en la edad media, con cantares de gesta, leyendas artúricas, etcétera. Más dragones, reliquias sagradas, héroes transitando caminos y más transmisión cultural, que seguía tejiendo fantasía en el imaginario y bestiario popular.
Por aquí ya entronca con el terror: Drácula, hombres lobo y toda esa cuadrilla.
La siguiente revolución sucede durante el s. XIX. y su afán etiquetador. Así, se sientan las bases del género literario fantástico. Y a mediados del s. XX, «El señor de los anillos» de Tolkien redefine, por sí mismo, el género, al punto de que fantasía y épica medieval quedan prácticamente unidos de forma indisoluble.
Características principales de la literatura fantástica
Pero eso nos conduce a una fórmula, y las fórmulas, los algoritmos, terminan por ser previsibles y aburridos. Esto suena raro, impropio, en un género que, antes de nada, se declara escapista. Que por cierto ¿puede el escapismo, de paso, plantearnos alguna duda, hacernos pensar, o debe ser solo puro entretenimiento? ¿Puede actuar como espejo distorsionado de la humanidad?
Quiero creer que los límites permiten algo más allá del estricto pasatiempo. Y por ello me gusta incluir en el género obras liminares, que no representan esa primera idea que nos viene a la cabeza si nos dicen «fantasía». Porque en las fronteras se encuentra el camino de la exploración. ¿Dónde ponemos a Cortázar o a García Márquez? Yo los sitúo aquí, en un sub género a medida.
Para llevar al límite una receta sin acabar por cocinar directamente otro plato, es necesario conocer muy bien qué es lo que hace que nuestra comida favorita sea, efectivamente, esa comida y no otra. Debemos conocer las características de la literatura fantástica:
Elementos sobrenaturales y mágicos
La ruptura con el realismo es una ruptura a nivel físico. Las leyes de la física y la biología se rompen sin complejos. O mejor dicho, sin la necesidad de dar explicaciones. Esta ruptura tendrá un papel protagonista en la trama, en forma de objeto mágico, criaturas místicas o poderes sobrenaturales que pueden compartir héroe y villano o solo uno de los dos.
La clave es que estos elementos se presentan como elementos naturalizados en la ficción. No existe, en ningún momento, la necesidad de explicar los motivos para ese estado de las cosas. El paso razonado del mundo real a ese mundo fantástico mediante , por ejemplo, la ciencia, nos situaría en un género vecino, casi familiar: la ciencia ficción.
Creación de mundos ficticios
Parece casi obligatorio: la acción ha de transcurrir en un mundo, un universo, alternativo. Es además una fórmula idónea para afianzar la verosimilitud de la existencia de unas leyes físicas y sociales completamente propias, independientes de las de nuestro mundo real.
La Tierra Media de Tokien, los siete reinos de «Juegos de tronos», el Bas-Lag de China Mieville o el archipiélago de Terramar: todos ellos son un entorno propicio para que la magia y lo imposible resulten creíbles.
Y sin embargo, ahí tenemos «Harry Potter», que no puede ser más british. Porque las normas están para entenderlas y entonces transgredirlas: se trata de crear un entorno mágico creíble; que un mundo ajeno a este responda de un plumazo todas las preguntas, no significa que sea el único medio de hacerlo.
A fin de cuentas, Roldán mató un dragón en La Rioja.
Protagonistas heroicos y misiones épicas
Decía que Roldán mató un dragón en el camino de Santiago, poco antes de llegar a Nájera. ¿Hay algo más místico que el camino de Santiago? Posiblemente sea el camino transitado por más tiempo junto con el camino del héroe. Aquí no es necesario andar para hacer camino. Está muy hecho, maduro.
Que el protagonista sea alguien ordinario es común a cualquier género, por lo que en este punto incluso el realismo sucio cumpliría. Y ese ser ordinario debe comenzar una aventura que le llevará a descubrir su potencial: ahí tenemos a Bilbo Bolsón, un tipo tranquilo que vivía holgazaneando y tan a gusto. O a Isaac dan der Grimnebulin, que se metía en algún lío de poca monta, pero ni por asomo quería verse envuelto donde termina viéndose.
El protagonista heróico no es tan diferencial como la misión épica. Aquí el realismo sucio no puede sino elevar a la categoría de épica su torpe y perenne intento de romper una rutina autoimpuesta. Porque, claro, lo épico también es subjetivo.
Y aquí pudiera haber otro espacio para la experimentación en fantasía: lo épico no tan épico. O seguir un camino que no sea el del héroe. Pero ojo, tampoco es necesario: héroe y épica se adaptan perfectamente uno al otro.
Seres sobrenaturales y criaturas fantásticas
Dragones, elfos, enanos, ogros… meigas, akelarres, nuberus y Santas Campañas. Criaturas y seres sobrenaturales que representan la herencia de aquellas tradiciones orales antiguas. Estas figuras se hacen del todo innegociables para una obra de fantasía.
Permiten tener una sensación de total libertad a la hora de crearlas, y de decir con ellas lo que se quiera decir, sin excesiva censura.
Estas criaturas no solo añaden complejidad al mundo, sino que también pueden servir como metáforas de los miedos o deseos humanos. Por ejemplo, Julio Cortázar en «Axolotl» está observando en realidad un ajolote (ambystoma mexicanum), pero la trascendencia y el género fantástico del relato son indiscutibles.
La literatura fantástica como vía de escape
La literatura fantástica nos ofrece una vía de escape hacia lo imposible convertido en realidad. Así que, si no lo has hecho ya, ¡es el momento perfecto para sumergirte en las páginas de la fantasía!
Como acabas de ver, las características de la literatura fantástica permiten llevar al género a cualquier lugar que se desee. Si solo se te ocurren títulos como «El señor de los anillos», «Las crónicas de Narnia» o «Harry Potter», y en cierto modo te parece más de lo mismo, puedes intentar probar con otras cosas, de muy diversos sub-géneros, como:
«Neverwhere» de Neil Gaiman, «El libro de los cráneos» de Robert Silverberg, «Bestiario» de Julio Cortazar, «Los relatos de lo inesperado» de Roald Dahl, «En las montañas de la locura» de H.P. Lovecraft, «La Odisea» de Homero, «La invención de Morel» de Bioy Casares, «La quinta estación» de N.K. Jemisin o «La ciudad y la ciudad» de China Mieville.
Y también puedes considerar que terror, ciencia ficción y otros géneros son fronterizos con la fantasía, tanto que a veces se confunden y le hacen a uno echar de menos eso de la «ficción especulativa», nomenclatura que utilizan los anglosajones y que resulta bastante útil para englobar a todos estos géneros de lo raro, lo bizarro, lo sobrenatural o lo que, simplemente, va más allá de las fronteras físicas de nuestro mundo.
¿Qué obra de fantasía ha marcado tu vida? ¿Te gustaría realizar alguna lista de obras de este género? ¡Déjame un comentario con tus recomendaciones o experiencias en este género o mándame un correo!
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